El instante

sábado, 14 de noviembre de 2009

Un fragmento de alguna especie de poema que escribí hace tiempo:

“Alguien es, sin duda, El Instante. Omnipresente. Un personaje en cada vocal que pronunciamos. Una vida es un conjunto de instantes. ¿Cuán distante es, entonces, el golpe de una gota al final del mundo, si ambas cosas suceden en un instante?”

Un divague, una reminiscencia, o una ocurrencia cualquiera. Qué sé yo. A veces, yo mismo me recuerdo a Miguelito a quien le da por reflexionar sobre cosas en extremo curiosas, como cuando encuentra el valor de tener espalda, pues sin la espalda, las personas no nos podríamos ir; o cuando Mafalda lo encuentra observando el cielo, tratando de saber si los ángeles pueden volar para atrás. De manera parecida, a veces se me ocurren cosas, cosas reales pero que nadie más que yo conozca se pone a reflexionar. En una de esas ocasiones, me dio por encontrar la importancia en la vida que tiene un instante.

El instante es un personaje que siempre nos acompaña. Me parece curioso el que ninguna civilización antigua lo haya instituido como un dios. Tlamazteocaltoni, u Oyeblikelig, podría haberse llamado el Dios Instante. Si ellos no, yo sí lo aúno a mi panteón. Y es que, pongámonos a pensar en todo lo que puede suceder de un momento a otro: Cualquier cosa. El instante no es otra cosa que la unidad mínima matemática de la vida, menor a cualquiera de tiempo, espacio o materia. Cada instante es para reflexionar, valorar todo lo que tenemos o tuvimos, todo lo que hayamos vivido; cada instante es una oportunidad o una maldición, todo sucede en un instante, y de cada quién depende lo que sucederá en el siguiente. A veces.

En un instante todo cambia, dije aquella vez. Y sí.

Rubén Meza

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